Hace tiempo que no escribo, es la una de la mañana. Pasaron tantas cosas y tan pocas en estos dos últimos meses. Bueno, hoy no, hoy se puede decir que pasó algo.
Ahí estaba, esperándome. Tenía los ojos cansados, no un cansado normal, sino como de haberlo pasado mal. Yo llegué tarde, como siempre supongo.
Estaba apoyado contra la pared, como si estuviese en otro mundo, como si nada de este le importase.
Llovía. Fuimos caminando bajo mi paraguas. Yo le hablaba para apartarlo de sus pensamientos. Esos pensamientos que no me pertenecían, le pertenecían a ella. Sí, a pesar de no verla más, aún tenía algo de él. Pero el los compartió conmigo, como siempre.
Nuestra relación, ultimamente, era perfecta. ¿Cómo podíamos haber llegado a esto después de tantas discusiones?
Y yo le quería... Por desgracia, le sigo queriendo de una forma que no debo.
En mi casa no paraba de abrazarme, besarme, tocarme... aún así, ¿cómo iba a imaginarme lo que pensaba hacer? Supongo que no me daba cuenta, porque yo siempre lo pensaba.
Me levanté. Él también. Nos miramos, y fue lo único que hizo falta: me besó. Por primera vez nos besamos y fue algo inesperado, raro, alucinante... Yo no podía parar de sonreír de lo feliz que estaba. Besaba bien. Yo no tanto, pero me daba igual. Era él. Mi mejor amigo. La persona de la que llevo enamorada desde hace más de un año. Y me estaba besando.
Hasta aquí, todo suena muy bien. El problema llegó luego, cuando me sentí una imbécil, una tonta que se cree que todos sienten las cosas igual que ella.
Solo amigos. ¿Tanto cambió la situación que ahora ese concepto me hace llorar? Antes me parecía perfecto, me conformaba, porque sabía que nunca podría ser nada más. Pero, ¿y ahora? ¿Ahora que él me ha mostrado que hay una posibilidad de más?
No puedo contener las lágrimas que me salen y caen por mis mejillas, hasta llegar a mi boca, en donde siento su sabor salado. No puedo contenerlas cuando vuelvo a pensar en que no quiere nada más, en que esta euforia que he sentido hoy, esta misma, no se va a repetir nunca. Estas lágrimas que me salen, son tan automáticas como mi sonrisa al pensar en el momento anterior. Hasta en el momento del beso no era capaz de borrar mi sonrisa de la cara. Podría ser todo perfecto... pero no quiere perderme... algo ilógico en mi opinión.
Eso lo escribí el 13 de enero, por la noche, con una mezcla inaguantable de sentimientos. Hoy lo escribo aquí, porque ayer estaba con mi novio en una cafetería y esa misma persona estaba allí, y no paró de molestar hasta que me enfadé y decidí irme.
Claro, que él también se enfadó. ¿Y ahora qué? Ahora tendremos nuestra típica competición de a ver quién pide perdón antes. Porque somos los dos igual de orgullosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario