jueves, 6 de mayo de 2010

El escaparate de Príncipe

Iba caminando por la calle principal de su ciudad. Mientras caminaba notaba el viento en la cara, que le molestaba en los ojos pero le sentaba muy bien en el pelo que le daba vueltas raras y diferentes mientras se enredaba. Además iba pensando en sus problemas, en como solucionar unos, y en cómo ser lo suficientemente paciente y esperar a que los otros se solucionasen.  
Pues mientras estaba ocupada en todo esto, de repente, un escaparate llamó su atención y se paró en seco, tanto que casi chocó con un chico que venía de frente. Después de disculparse, pasar una vergüenza increíble, y confirmar que es la persona más patosa del mundo, miró más de cerca el escaparate. Era perfecto, lo que había estado buscando. Esta vez, no fallaría. 
Entró en la tienda, y en cuestión de segundos ya era suyo. Durante todo el camino a casa llevaba el bolso como si llevase diamantes dentro, mirando de vez en cuando en el interior para sonreír cada vez quedando totalmente satisfecha por la compra que había realizado. 
Nada más llegar a casa lo colocó en la estantería, sabía que nadie se iba a fijar en él, porque siempre anda cambiando todo de sitio, y no era algo que destacase demasiado, así que no tendría que responder a preguntas. 
Durante toda la semana no dejó de pensar en él. En cómo era. 
Al final, por fin, llegó el día. Lo quitó de la estantería y lo volvió a meter en el bolso. Llegaba tarde, como siempre, así que se cogió un taxi en la parada de al lado de su casa, porque no quería llegar tarde. Se bajó del taxi con cara de: “Sé que soy un desastre, lo siento”. Se acercó, le dio un beso, y se lo dio. 
-¿Qué es esto? 
- Es una sorpresa. 
- Pero si hoy no es un día especial..
- Para mí sí.